viernes, 2 de noviembre de 2007

La mierda metafísica

Vagaba por las calles de la ciudad. Fumaba un cigarrillo mientras contemplaba la arquitectura de La Romita y los hermosos parques aledaños. Era una gélida noche. Al levantar la mirada, las estrellas yacían inobservables y sólo la luna, imponente, se mostraba creciente en la inmensidad del firmamento.
Dialogaba con mi otro yo respecto a varias cosas, intentando ensamblar un constructo digno de llamarse "idea de la identidad personal", un intento que me parece toda persona digna de llamarse así ha intentado en algún punto de su vida y que parece tener por objetivo un fin ético y un fin pragmático.

El primer fin es el de desentrañar la existencia de una morada interior que es una fuerte intuición humana a la cual desafortunadamente no corresponde ninguna impresión sensible (al menos abogando por una vía directa y un criterio empirista), aunque definitivamente observando la moralidad de los demás es posible una proyección de un yo posible en el otro que nos lleva a la pregunta "¿Realmente quiero actuar así en dada circunstancia?" lo cual representaría una vía alterna a la formación del constructo a través de impresiones de los demás en su momento de acción, como reza el viejo adagio que aconseja "ponernos en los zapatos de los demás" o quizás "poner las barbas a remojar" (respetando un poco la autoridad folclórica del sentido común que es digna de considerarse).

El segundo fin es el más interesante, ya que el primero parece obligarme a emprender una caminata metafísica por un camino que me gustaría fuese de índole más psicologista y ontológico en el sentido moderno, aunque mientras lo voy dilucidando preveo que al punto de casi haber concluido la investigación daré marcha atrás tras haberme topado con aquél muro infranqueable ante el cual me sorprenderé y no obstante mi intento por frenarme, correré en su contra y me avalanzaré sobre él con toda mi fuerza tratando de romperlo. Habiendo constatado su sólida dureza, despesperadamente y en vano trataré de escalarlo.
La pregunta del segundo fin pregunta por el futuro y tiene un trasfondo de historicidad para intentar establecer un argumento inductivo : "Si el pasado ha sido de A y B forma, y el presente de A, B y C forma, ¿se sigue necesariamente que el futuro será al menos de A y B forma?"
Desde el punto de vista lógico por supuesto; pero seamos honestos : nuestro contexto social ha aceptado que el universo es de naturaleza atómica y azarosa, aunque curiosamente seguimos siendo profundamente religiosos.
La causalidad y el azar parecen ser teorías mutuamente excluyentes, sin embargo, en las casas del ser de la palabra se pueden abrigar ambas teorías cual mediévica teoría de la doble verdad, la cual reza "Existen teorías que son válidas para la filosofía e inválidas en teología y viceversa" aquí, expuesto en el enmarque de mi argumento, aseveraría "Existen teorías que son válidas para mi vida personal e inválidas para mi vida científica".

Aquí es cuando me rugen las entrañas y sospecho algo de doble moral - por un lado sería bueno tener un sistema de verdades en los cuales creo al momento de hablarle al mundo científicamente, y otro sistema de verdades en los cuales creo al momento de hablarle al mundo subjetivamente. Pero entonces viene la pregunta ¿cuál de los dos soy verdaderamente? Y si me he de poner Oriental ante mi desenfrenada Occidentalidad "¿Qué eres tú, pequeño hombre, cuyos actos no coinciden con tus pensamientos? Pues no observo en tí una verdadera unidad : una parte de tí dice lo que la otra no quiere decir ¿sobre qué tierra estás parado? ¿Tierra firme o arena movediza?"
A parte del escepticismo sobre la existencia del "Yo", existe un juego macabro entre el par Objetividad-Subjetividad - un juego en el cual la esencia humana se pierde pues no sabe en realidad quién es individualmente, ni qué es colectivamente. Todos tienen una hipótesis, otros más afortunados tienen una teoría, ¿pero quién tiene la ley? "¡Acudamos a las revelaciones de Dios!" gritarán los teólogos pero no parecen saber de la existencia de la falacia de autoridad. "Blasfemo, ¿no sabes que Dios es la máxima autoridad, autoridad de autoridades, y que su palabra es La Ley?" contestarán, y yo rápidamente les exhortaré a que me lo presenten, pues quisiera examinar su alma. El científico tal vez ría ante mi ironía, pero entonces regresará a su postura rígida y me dirá "Ven aquí, a comer el fruto del árbol de la ciencia. En nuestro laboratorio experimentamos con la naturaleza como, suponiendo que existiera, el Dios de la teología experimenta con el mundo. Aquí leemos el libro del mundo en un lenguaje matemático, experimentamos y corroboramos nuestras creencias sobre cómo funcionan los fenómenos". Yo, gustoso, responderé que me encantaría comer del fruto del Árbol de la ciencia, para ver si Dios se me presenta en persona para regañarme pues tengo el atrevimiento de tener hambre por el conocimiento y me meto con cosas que sólo le competen a él, y quizá entonces pueda preguntarle un par de cosas. Pero por otro lado le preguntaré al científico si el fruto que me da es realmente el fruto del Árbol pues al final el pensamiento religioso es tan humano como el pensamiento científico y podría haber errores. Dogmatizado y molesto el científico me diría "Todo se somete a prueba en un ambiente controlado" pero ¿Y si la variable controlada no es la correcta? "Entonces la buscamos y la controlamos" ¿Y si no la encuentran aunque la busquen? "..." ¿Qué hay del por qué? "Nosotros nos mostramos escépticos ante las esencias y todas aquellas entidades metafísicas" Pero entonces ¿dónde queda el asombro y la metaphysica naturalis? "La ciencia no es metafísica, es descriptiva" ...
De la nada salta el periodista diciendo que existe una objetividad y que sus reportajes son objetivos. El científico se molesta pues la labor periodística le parece que no puede sustituir a su labor "Pero yo doy a conocer el fenómeno" "Eso no me importa, no lo describes, no es un caso de verdadero conocimiento, ¡sólo estás ahí esperando a que pase y reportas cuando sucede, pero no dices qué pasa". Entonces, enrojecido de furia el científico intenta golpear al que busca sustituirle y se suscita un verdadero enfrentamiento dialéctico entre el puño del reportero y la cara del científico. El científico logra patear un par de veces al periodista hasta que el teólogo interviene para darle un libro realmente pesado con el cuál el reportero noquea al científico de un golpe. Creo que estabamos mejor antes de que llegara el periodista. Ahora el teólogo le hablará al periodista sobre la causalidad del mundo y Dios, y el periodista muy interesado ante la buena nueva pondrá un gran e impactante encabezado "Reconocido teólogo habla sobre Dios y la causalidad del mundo". Mientras tanto el filósofo observará el espectáculo y caminará ridiculamente por ahí preguntándole a las personas su opinión, sin haber dado con el camino que buscaba al principio de su escrito.

miércoles, 31 de octubre de 2007

Los símbolos patrios (segunda parte)

En la sesión pasada quedó al descubierto la suciedad de la bandera nacional que es causada por una dialéctica entre dos elementos completamente antagónicos, a saber, la mexicanidad del respetable escudo nacional por un lado, y por el otro los deplorables colores-ideales.

Me parece no haber sido lo suficientemente claro respecto a los colores y no haberles dado un tratamiento adecuado.
Según me hicieron saber, el rojo representa la sangre que derramaron tan gozosamente los mártires de la independencia; el blanco representa la unidad y/o la pureza; y el verde la esperanza. ¡Cómo si los colores pudieran asegurar la realidad de los ideales! Por eso es que son ideales, y por abusar de las proposiciones analíticas, los ideales no son otra cosa que algo inalcanzable.
El rojo para un servidor ha perdido todo significado : nuestro mundo ya no necesita más guerras ni sangre derramada porque el periódo de los mártires ya ha pasado; nos encontramos en la época de la globalización que, se supone, debiese de ayudarnos a gestar una conciencia del otro y terminar de establecer una autoconciencia de la especie humana en cuanto que especie. Como especie ¡debiésemos inculcar una cultura de la paz! Sólo eso asegurará un diálogo más fecundo entre el yo y la otreidad que nos puede permitir salir del profundo abismo en el cual nos hemos sumergido voluntariamente.
El problema es que en vez de eso la mayoría de la chusma se preocupa más de frivolidades como "¿Qué le cuelgo a mí perfil de hi5?" o "¿Quíen ganará hoy el partido?" o "¿De qué color me pondré hoy la corbata?". Por citar a Tyler Durden "Esperar no es una ocupación". ¡Cómo se va la vida cuan súbito resplandor que anuncia el saludo y el adiós de la estrella fugaz!

El color blanco es el que peor librado sale de los tres ¿a qué pureza podría referirse? ¿a qué unidad? Pureza de pensamiento, seguramente, porque ¡qué abrumador y cuán fatigante es el acto de pensar y, Dios me salve, de enjuiciar! ¡Qué facil es opinar o pensar cosas que no tienen ninguna relación con la realidad! Mejor me pongo a ver Lost.
La unidad ¿de qué? ¿de mente y cuerpo? "¡Herejía! ¡Blasfemo! ¡Hay una vida después de la muerte!" gritará el católico mientras piensa en si votar por el PAN le ganará el cielo, negándole un pan al pobre limosnero postrado afuera de su iglesia sin un centavo en el bolsillo y, dado que Dios nos recompensa por lo que carecemos, algunas úlceras estomacales.
Pero entonces el mendigo voltea hacia la bandera del zócalo y ve el color verde de nuestra queridísima bandera.

Ah, ¡la esperanza! ¡Verde esperanza primaveral que aseguras los retoños del nuevo comienzo! Representas a la vida que nunca cesa de generarse de nuestra Madre, auténtica reina arquetípica : la más fecunda de toda fecundidad posible, asombrosa autogeneratriz. ¡Qué pena que la próxima primavera sea indistinguible del verano, del otoño, del invierno y todos los demás años también, cuando se libre la gran guerra y el antes celosamente conservado ciclo se vuelva un eterno invierno nuclear! ¡Tan sólo queremos desentrañar tus secretos para aniquilarte junto con nosotros!

lunes, 29 de octubre de 2007

Los símbolos patrios (primera parte)

¿A cuántos no nos ha dicho el sistema que los símbolos patrios representan la unidad nacional? Me parece que a la gran mayoría nos han intentado inculcar esta fétida unidad nacional. Entonces sería interesante analizar un poco los símbolos para destapar aquella cloaca que el Estado tan celosamente ha sellado y ocultado tras figuras míticas como los llamados Niños Héroes (no sé si alguien más cuente con otros ejemplos ilustrativos, insértenlos ^aquí^).
Sí, ¡aquéllos! ¡Los legendarios bribones de los cuales nos habla la literatura folclórica que se hace pasar por libros de historia de la SEP! (¿O les parece una decente labor hermenéutica e interpretativa; O, al menos, científica la que salta a la lectura de un montón de datos mal compilados, unidos por aquí y por allá cual cadáver mal cosido en un intento de reconstrucción cuyos investigadores y editores tienen la osadía de hacer llamar histórico?)
¡Magnánimo Estado que ha dictado a través del derecho constituyente que la educación ha de ser pública y gratuita! Una educación para las masas - perfecta herramienta de manipulación. ¿Qué es lo que manipula el Estado Mexicano a través de la educación? A los Mexicanos, por supuesto, a través de la literatura folclórica...¡es más! Ya no sé si darle el estatuto, tan pomposo, de literatura. Tan sólo he adoptado el supuesto de que es literatura por mero pragmatismo pero he de convenir con mi lector que tan sólo me refiero a aquello que esta impreso en un libro para no tener que sentir la nausea mientras husmeo su paupérrimo contenido.
En fin, lo anterior es tan sólo un pequeño bocadillo introductorio para pasar al tema de interés.
¿Cuántos no han visto la bandera nacional? Se puede ver su chillante y esquizofrénica armonía por doquier : en el canal del Congreso, en el metro, en forma de calcomanías, botones, etc. ¿Pero, han hecho más que sólo verla? ¿No les motiva a desarrollar un trastorno psicótico, o, si no gustan participar, pensar que las personas que tienen por símbolo tal emblema se encuentran dañadas?
En lo personal, un día muy reflexivo por Septiembre me llevó a una especie de análisis fenomenológico de nuestra simbología y observé lo siguiente : un águila posada sobre un nopal sometiendo a una serpiente (con sus demás agregados estéticos e históricos) superpuesta sobre el color blanco, y a los lados del blanco, los colores verde olivo y rojo no-sé-qué. Bueno se estarán preguntando ¿y eso qué? y hasta imagino un distante grito - "¡todos lo hemos visto idiota!" Por supuesto que lo han visto, pero no sé si al momento de observarlo han sentido en sus entrañas que la armonía es tan sólo algo aparente y detrás se oculta una falta de coherencia absoluta que pienso radica en lo siguiente : existen dos elementos que no tienen nada que ver, eliminando toda posible unidad estética del símbolo.
El primer elemento es el águila sometiendo a la serpiente - es algo enteramente Mexica, lo cual es fácilmente deducido de lo que el mismo Estado nos ha dicho, a saber : que aquél legendario sacerdote (que yo me atrevería a llamar místico) que conducía a su pueblo buscaba esa misma imagen pues había tenido una visión que describía semejante dialéctica entre la rapaz águila y la venenosa serpiente. Aquí que sea folclór no importa : este mito daba una verdadera unidad al pueblo Mexica y espero baste con decir que fundaron un Imperio junto con los otros dos miembros de la Alianza. Hasta ahora no he sentido ningún retortijón visceral.
Cuando comienzo a pensar lo que escribiré del segundo elemento es cuando mis entrañas me advierten que en el momento en el que comience a elevar la tapadera un olor nefasto invadirá mi nariz, pasará por mi gusto, mi garganta se contraerá y sentiré cómo mi estómago siente la necesidad de expelir algo en un movimiento contranatura. Me refiero a los colores y los ideales que representan. Estos colores-ideales me parecen un añadido que contamina la pureza de un pueblo prehispánico con un ícono tan peculiar, buscan europeizarle y subyugarlo en cuanto le rodean - perfecto para un programa de colonización como aquellos de los siglos XVI y XVII pero inválido para nuestro pueblo que se cree independiente de Europa.
Me gritarán los heraclíteos "Pero...de los opuestos se engendra la más sutil armonía". Por supuesto les diré, en un aspecto metafísico...pero aquí hablamos de la realidad de un constructo sociopolítico que esta atravesando una gran crisis - la democracia y el sistema de gobierno Mexicano.
¿Qué imagen puede dar una bandera con dos elementos tan contrarios entre sí? Solamente la de un país que se sigue vendiendo al extranjero, que se vende pues es incoherente y fragmentario - tanto lo es que a veces nos encontramos prefiriendo lo internacional que lo hecho en casa.
Los dejo por hoy con este breve análisis de uno de nuestros símbolos patrios más queridos y propagados. Si han llegado hasta aquí y han soportado mis excentricidades aristocráticas quiero agradecerles por el tiempo que le han otorgado a un servidor.